Después de 77 años de publicada sigue estando vigente y cumpliendo su cometido…hacernos reflexionar sobre nuestro “amor patrio”, pues ese tan aclamado “amor patriótico” que se nos exige demostrar en éste mes, nada tiene que ver con desfilar, con portar una bandera en el carro, o con apoyar con gritos cada gol de la “selecta”. Pierde completamente el sentido si lo hacemos sólo por costumbre y no por un orgullo de ser hijos de Cuscatlán, por amor a la tierra…al terruño. Vuelvo a insistir en una reflexión sobre lo nuestro, sobre nuestra identidad y sobre el deber que tenemos para devolverle a Cuscatlán el sitio de honor en nuestros corazones.
Mi respuesta a los patriotas
Por
Salarrué
21 de enero de 1932
Mis amigos me han dicho «Tú que eres sereno, tú que ves las cosas con los ojos adormilados, tú que estás siempre en la tierra del ensueño, en ese mundo irreal a donde los golpes de la marea de aquí abajo no llegan, por lo mismo, por eso, tú debes dar tu opinión en estos momentos en que la patria se encuentra en la indecisión. Apunta tu microscopio y dinos que ves y como lo ves, de algo ha de servirnos, hazlo por patriotismo, dígnate pisar con tus plantas la tierra firme, siquiera por una vez... ».Y se han echado a reír. Conozco en su manera, que lo han dicho en parte como burla amistosa, con el cariño que infunden los locos pacíficos, en parte en serio y es por ello que yo me he quedado perplejo y me he sentido luego como incomprendido, tenido como un ser vago e inútil, de un mundo problemático. Y me he indignado en mi dignidad de hombre y he alzado mi grito de protesta como la voz en el desierto escribiendo esta respuesta a los patriotas sin nombre...
Yo no tengo patria, yo no se que es patria: ¿A qué llamáis patria vosotros los hombres entendidos por prácticos? Se que entendéis por patria un conjunto de leyes, una maquinaria de administración, un parche en un mapa de colores chillones. Vosotros los prácticos llamáis a eso patria. Yo el iluso no tengo patria, no tengo patria pero tengo terruño (de tierra, cosa palpable). No tengo El Salvador (catorce secciones en un trozo de papel satinado); tengo Cuscatlán, una región del mundo y no una nación (cosa vaga). Yo amo a Cuscatlán. Mientras vosotros habláis de
quitarle la existencia.
Yo que paso en la tierra del ensueño, según vosotros, yo estoy más en el corazón de la tierra , arraigado de verdad y con raíces abajo y queriendo florear por arriba. Si la tierra de Cuscatlán se alzara un día personificada llamando a sus hijos, a mí, de los primeros me reconocería y no a los políticos y a los istas de esta cosa llamada patria. El Salvador y demás zarandejas que simbolizan con banderas y escudos y que señalan con fronteras imaginarias. No, no soy patriota ni quiero serlo; tengo mejor concepto de un guineo patriota que de un hombre patriota. A mí no me agarran ya con esas cosas respetables. Ni siquiera trabajo en Patria, trabajo en Vivir, es decir, no en la patria sino en la vivienda, terruño o querencia, como diría Espino. Vivienda, sí, con sueño y todo, pero viviendo una vida real, la vida que se saborea como vino sagrado. Yo no aro ni siembro ni cosecho la tierra: oficio ante el altar y doy las gracias en nombre de los soñadores cosechando un grano invisible que desgrano de la mazorca de la vida y de la espiga de la costumbre ¿ que cosa es vuestra patria que yo no la miro ?.. Me pedís que descienda a vuestra realidad y no se donde poner el pie ; por todos lados encuentro arena movediza. Si yo os invito a que vengáis a mi terruño, tendréis amplio campo donde correr y sudar; podréis untaros las manos en barro fresco y llenaros el pecho de aire puro. En esa vuestra patria yo sólo respiro odio, cobardía, incomprensión.
¡ Que diera yo por traeros a esta mi tierra ¡...Ya los pocos que había conmigo se han marchado; me encuentro casi solo. Solo con el indio contemplativo y la mujer soñadora. Ya no hay Miranda Ruano que escriba Las Voces del Terruño, libro que ya nadie lee; Ambrogi habla constantemente de Quiñonez; los Andino escriben «Política»; Bustamante es empleado de juzgado; Castellanos Rivas se hace Secretario Particular; Guerra Trigueros no oye mas caer las estrellas en la fuente inmemorial; Julio Ávila se dedica al comercio; Llerena enmudece; Gómez Campos tiene tienda; Paco Bamboa se doctora; Salvador Cañas «prepara» a sus muchachos; Masferrer ya no canta; Gavidia discute sobre el radio; Chacón hace seguros de vida; Rochac habla de finanzas; Villacorta se queja de la tesorería; Vicente Rosales anda en corrillos; Miguel Ángel Espino es fuente seca; y en fin, me veo solo en la tierra de la realidad, apenas con un Mejía Vides que quiere ir al estero a pintar un tiempo (como Gauguin en Taihiti) y un Cáceres que sueña y llora en los rincones del «Atlacatl».
Sí, ¡qué diera por traeros a esta mi tierra! (Que no es hipotética, como la vuestra): cerros enmontañados, y llanos ondulantes en donde al salir el sol cantan los gallos, en dónde no hay artículo número tal, sino un árbol de grata sombra; en dónde no hay el inciso cuarto; sino el ojo de agua para la sed; en dónde la ley de tal cosa está representada por la lluvia, por la luna o por el viento.
Lírico, sí, es verdad; pero lírico sobre el polvo de la tierra y no prosaico e insípido sobre hediondos conceptos y rancias doctrinas. Lírico bajo el cielo azul, y no sórdido bajo la loza del ismo.
Como me lo pedís, he pisado ya con mis plantas la tierra firme; pero la mía, no la vuestra, que no es firme ni es tierra sino humo (del feo). Lo he hecho porque me habéis obligado, porque al fin habéis conseguido distraerme de mi “éxtasis azul impráctico” y hasta habéis logrado indignarme un segundo. Sabed de una vez por todas, que no tengo patria ni reconozco patria de nadie. Mi campo es más amplio que esa tajadita de absurdo que queréis darme. Mucho más amplio. Ni siquiera el mundo. Ni siquiera el cosmos...