lunes, 4 de octubre de 2010

Se ha ido la luz

Se ha ido la luz, la oscuridad me rodea, pero estoy tan luminosa, tan sorprendentemente luminosa que veo como si tuviera luz de mediodía.

Camino buscando una vela, mis ojos luchan por encontrar el camino, pero mi alma tan radiante me guía, me encamina.
Cuando encuentro la vela, casi puedo encenderla con el fuego que encendiste en mí, pero decido no hacerlo, me gusta la oscuridad, me gusta la intimidad que crea, me gusta su presencia fuerte y su lejano pálpito de temor, pero no tengo miedo, no puedo tenerlo pues tu luz, tu calor, tu presencia me acompañan.
Qué pasará cuando regreses luz, ¿volverás y me apagarás?
Qué pasará cuando regreses luz…
Qué pasará cuando regreses…

jueves, 10 de septiembre de 2009

Me perdí en su mirada…
Me encontré en su mirada…

Sentí la eternidad, el vacío, el misterio; sentí como poco a poco dejaba de ser yo, para ser YO.

¿Cómo puede verse uno mismo, su real escencia reflejada en otros ojos?

¿Cómo puede ese SER, ser reflejo de mí misma?

Es así, soy YO misma, sos YO y soy TÚ.

Te invoqué Caballero sin nombre, y aquí estás. Luchaste con los dragones y los monstruos más terribles y poderosos: los que están dentro de uno mismo.

Ambos luchamos contra esos dragones y la batalla como el alma misma, es casi eterna.

Ambos sufrimos la soledad, ambos lloramos en medio de esa terrible lucha.

La vida se volvió oscura, sin sentido, sin verdadera alegría; se volvió fría, se volvió amarga, se volvió dolorosa, tediosa, infernal, vacía.

Ambos necesitábamos encontrarnos con nosotros mismos, ambos necesitábamos la soledad para valorar la compañía, ambos necesitábamos ese dolor para despertar un poco nuestra conciencia, ambos necesitábamos SER para poder ESTAR.

Ahora somos diferentes, la vida nos transformó con sus pruebas y golpes.

Ahora un poco más despiertos podemos valorarnos mejor, ahora estamos un poco más preparados para luchar juntos, para caminar juntos en el Sendero.

Y el Universo mismo bendice éste encuentro pues nos está destinado evolucionar juntos, nos está destinado inspirar a los que vienen, nos está destinado el amor y el AMOR, nos está destinada una misión más allá de lo que ahora podemos entender.

Caballero y Dama sin nombre somos, por que ¿Cómo puede nombrarse lo innombrable?

Somos almas gemelas que vibran con la misma intensidad, somos caras de la misma moneda, somos complemento, somos UNO y ahora estamos en perfecta comunión, por que qué mejor armonía, qué mejor equilibrio que la unión del SER.

Nos está decretado estar juntos ésta y las vidas que nos faltan por vivir.

Te esperé, te anhelé, te soñé, te busqué y luché contra viento y marea para ir a tu encuentro.

Ahora somos como diría Beethoven: “Eternamente tuya, eternamente mío, eternamente nuestros…..”

viernes, 24 de julio de 2009

¿Puede uno sentir de repente la sensación de vivir en otra época, de haber entrado en un sueño estando despierto? ¿De sentirlo todo, los colores, los sonidos, los sabores, como estando en el más hermoso sueño y estar completamente despierto?

Entré al palacio y ahí lo viví…

Y ahí lo vi...

Su sonrisa diáfana y su voz de ronroneo, con sus ojos grandes de pobladas pestañas y mirada despierta…
Se acercó a mí, me miró con simpatía, me dijo con su voz de ronroneo - ¿le ofrezco algo señorita?- una sonrisa apareció en mi rostro, mil pensamientos pasaron por mi cabeza, el día era perfecto para enamorarse y con voz tímida dije- un capuccino, por favor-.
De repente una brisa huracanada barrió con casi todo lo que había en la acera, botó las mesas y a la gente que las ocupaba, el alboroto era tal que Kary y yo sólo pudimos sostener la mesa y aguantar la brisa.
Cuando se calmó el pequeño huracán y la lluvia empezaba a caer, Kary y yo agarramos las tazas y entramos al palacio.
El cielo, que estaba completamente gris, resaltaba de una manera más que mágica las estructuras antiguas del centro de la ciudad. Todo estaba bañado con un halo de antigüedad y mi alma soñadora se embriagó con semejante espectáculo, tanto que ni los fuertes truenos, ni la confusión que aún reinaba en el lugar, ni los portazos provocados por el fuerte viento, nada, logro sacarme del “éxtasis azul impráctico”.
Cuando pensaba quedarme en ese mundo de ensueño, escuché la voz de ronroneo e inmediatamente volví a la “realidad”.
Vi a un hombre de una apariencia que se me hacía cada vez más familiar, con su cabello negro y sus ojos grandes y soñadores.
Se acercó a nuestra mesa y nos preguntó si estábamos bien, lo vi más de cerca y me pareció que volvía a mi “éxtasis azul impráctico”, pero en vez de eso le pregunté su nombre –Moisés - me dijo, y su sonrisa me devolvió a éste mundo.
Hablamos cosas intrascendentes, de mi anhelo de cantar algún día en el palacio, de su antigua profesión frustrada por un roce político, de cómo Kary y yo descubrimos que fuimos piratas; poco a poco la conversación se tornó más amigable, poco a poco mis ojos le dijeron todo.
Tomó mi abanico, me repitió muchas veces lo encantadora que me veía al abrirlo y me pidió le enseñara a hacerlo, mostró sus nuevas habilidades a sus compañeros y todos rieron abiertamente de sus tan “masculinos” movimientos.
El roce de nuestras manos fue casi imperceptible, pero fue suficiente para que los colores subieran a mi rostro y al verme delatada sólo pude bajar mi cara, él entendiendo repentinamente la situación, dejó el abanico en la mesa y volvió a su trabajo.
Durante el rato que estuvimos en el palacio, mis ojos lo seguían intentando volver a sentir su mirada. Lo vi pasearse con su apacible seguridad, escuché su voz de ronroneo, cruzamos unas cuantas sonrisas más.
Grabé en mi alma cada detalle de esa tormentosa tarde, el sabor del café, la compañía de Kary, la sensación de bienestar, la empatía hacia cada persona dentro del palacio, grabé sus ojos en mi memoria para siempre…
Con el dinero de la cuenta, lo vi alejarse para siempre de mi vida…pero era un día perfecto para enamorarse.

sábado, 16 de mayo de 2009

Regalo de Cumpleaños


Cierro los ojos y me parece que fue ayer…
La piedra aquella- de una coloración gris-morada- era más ancha que el sofá de la sala, y aunque no tenía su blando asiento, en ella encontraba suficiente espacio para acomodarme y descansar muy a mi gusto.
El traspatio, a las seis de la tarde, era un lugar tranquilo y fresco. Las bestias de montar ya estaban de regreso en la caballeriza; los gallos del abuelo, después de batir sus alas, iban cerrando el pico; las palomas siempre arrulladoras entraban, una tras otra, al palomar.

A esa hora yo acostumbraba sentarme en la piedra del rincón, para charlar un rato con el Indio Cruz. De ordinario le hallaba barriendo el cobertizo con su vieja escoba de palma, y al sólo mirarnos nos saludábamos con mucho cariño. Mientras el hombre terminaba su faena, yo lo observaba desde mi asiento tarareando una canción campesina. Sabía que Cruz pertenecía al traspatio- como los lavaderos, las monturas y las trojes de cereales- y adivinaba que en ciertas horas de la tarde ahí encontraba, el pobre, un poco de aislamiento y libertad.
Cruz no tenía ni edad ni apellido; por lo menos nosotros no se lo conocíamos. Tosco, moreno y recio, con mucho de niño dentro del alma, sus pantalones de manta le escondían a medias una abultada panza de sapo. A ratos yo pensaba que si me hubiera permitido golpearla con los dedos, habría sonado bajo mis golpes como el tambor de los soldados de la tropa. Pero, a lo mejor, siendo el indio tan bueno…tan buenote…talvez su panza sonaría dulcemente, como una fina cajita de música… ¿No afirmaba mi padre que las apariencias engañan muchas veces?

Nadie como Cruz para fabricar trompos, para descolgar racimos de frutas, para hacer flautas de caña de carrizo, para encumbrar barriletes, para descubrir madrigueras de conejos o de taltuzas. Nadie como él para llevarnos a la montaña por los más aromados senderos; para traernos de regreso a la hora exacta sin más reloj que la cara al sol.

Cuando el abuelo despertaba – muy de mañanita- y salía cantando de su dormitorio, ya encontraba a Cruz con los caites amarrados y con la alforja llena de provisiones. Detrás del viejo iba siempre por cerros y llanos, listo para hacer lo que el patrón ordenara. El abuelo solía montar una mula que no apresuraba el paso para no dejar atrás al sirviente; Cruz se sentía orgulloso de saber que era más arrecho que la misma mula.

-¿Por qué no aprendés a montar a caballo?...- le decían con frecuencia los otros criados-. Ya te estás haciendo viejo y un día de éstos no vas a poder acompañar al señor…

-¡Indio sobre sus propias patas es indio entero!
-contestaba el hombre con gran aplomo.

En los afanes de los adultos la mano de Cruz siempre prestaba voluntaria ayuda; frente a los antojos y travesuras de los chicos su sencillo corazón comprendía el capricho o disculpaba la fechoría. Por tales razones, yo me enfadaba con Toribia cuando le decía “indio burro”; por los mismos motivos pensaba que sólo Andrea iría derechito al cielo al dejar este mundo, pues únicamente ella- entre toda la gente de la cocina- le trataba como verdadero cristiano.

Yo sentía por Cruz una predilección muy especial; no se la demostraba con palabras, pero a menudo le daba pruebas de ella en pequeños actos de afectuosa solicitud. Para complacerle robaba higos azucarados, cajetas de mazapán y otras golosinas que le agradaban mucho. Con estos bocados en la bolsa de mi delantal me dirigía al traspatio sin hacer ruido, y al acercarme a él le decía muy seria:
-¿Quién adivina lo que traigo en la bolsa?...

Entonces, Cruz con los ojitos chispeantes y la boca que se le hacía agua, me contestaba más o menos así:

-Ya sé, niña. Es una bizcotela.
-Nonis viejito; te has equivocado.
- ¿Es un salpor caliente?
-Nonis otra vez.
- ¿Un caramelo de morro?
-Ya van tres nonis.

Y el asunto terminaba de ésta manera: el hombre cerraba los ojos y abría la golosa boca, mientras yo, estirando el cuerpo lo más que podía, depositaba la sorpresa en su lengua. ¡Qué gustazo y qué sonoras carcajadas!

Cierta tarde empecé a hablar de mi cumpleaños con el humilde amigo, y a explicarle la importancia de ese gran día. Ya lo anunciaba el abuelo a la hora del desayuno, pues el anciano gozaba las fiestas domésticas más que cualquier joven; ya Juana Morales lo tenía señalado en el calendario con una marca azul. La idea de los regalos que iba a llegar a mis manos me hacía hablar como cotorra; una campanita de júbilo sonaba dentro de mis palabras y las volvía de plata y oro.

-Comeremos chompipe horneado- dije con entusiasmo-, pues Toribia lo está engordando desde hace un mes. Papá me comprará un juego de oca y tía Tere me ha ofrecido una piñata.

-¡Qué alegre!...- contestó el indio con expresión embelesada.

Guardé silencio por unos minutos y él también cerro los labios. Las tijeretas que habían bailado en el aire por largo rato, descansaban ahora en un árbol que crecía al otro lado del tapial. De pronto se me ocurrió una idea que me hizo sonreír:

-¿Y tu regalo, Crucito?- pregunté con voz dulce-.
¿Cómo será tu regalo?...Porque me vas a dar algo muy lindo, ¿verdad?

El hombre me miró entre sombrado y confundido, pero dominado por sus emociones contestó con bastante naturalidad.

-Podría darle unos pacunes para que juegue cinquitos…
-Tengo montones y montones…
-Entonces, unos capulines recién pepenados…
-¡Tonto!...¡Si no soy murciélago!...
-Pues un nido de gorrión.
-No, porque es pecado hacer llorar a la mamá-pajarita.
-Pues…pues.

Cruz rasgó el suelo con el dedo gordo de uno de sus pies, escupió tres veces, se alisó las mechas que le servían de cabello y al fin se sentó a mi lado. Cuando ya mi pensamiento estaba en otro sitio y había olvidado por completo la conversación que acabábamos de tener, el indio me miró jovialmente y después me dijo:

- Yo también le voy a dar algo, niña. Solo que mi regalo tiene que darse de noche, porque es de la escurana…
- ¡Uy Crucito!...¿Será un tecolote?
- ¡Ja, ja, ja!...¡Qué ocurrencia la suya! ¿cómo le voy a regalar ese pájaro que anuncia a la pelona?

Me separé de mi amigo intrigada por lo que había dicho y sabiendo que le había divertido muchísimo mi franca y alegre curiosidad.
Llegó al fin la fecha esperada, y todo fue mejor que en los sueños. Cruz permaneció en “Las Tres Ceibas” durante la fiesta, pero como yo me sentía tan dichosa, ni siquiera lo eché de menos.
Cuando llegó la noche y el abuelo sacó al portal la silla-mecedora y encendió su mejor cigarro-puro; cuando mi madre hacía cuentas con zarca Chica y Toribia lavaba en la cocina los platos de la cena, Cruz apareció por el zaguán con un paquetito en las manos.

-Cójalo, niña, y mire lo que hay adentro…

Le quité el amarre y empecé a desenvolverlo: un papel rosado…un papel amarillo…un papel verde…
Andrea le puso toda esa malicia- explicó el indio mientras yo rompía las envolturas.
Una ordinaria caja de cartón, donde antes se había guardado alguna medicina, quedó al fin descubierto. Completamente desconcertada tuve que decir:

-¿Verdad que es una broma?...¿Una broma para reírse de mí?...

Pero Cruz, sacando valor de su timidez, me respondió:

_Abra la caja, niña. No vale nada mi regalito, pero tiene su gracia…


Empuje la frágil gaveta y lancé un grito de júbilo. Ahí, moviéndose como esmeraldas vivas, un puñado de luciérnagas encendía y apagaba sus luces verdes y menudas.
Abracé a Cruz dos o tres veces, le alboroté el áspero cabello, le di un beso en la oreja y hasta pude tocarle la panza de sapo. Con las luciérnagas volando dentro de mi faldita de cambray-doblada y recogida contra mi pecho- corrí hacia la silla del abuelo, convertida en un farol ambulante.
El tiempo fue dando al recuerdo de esa noche su exacto significado, y el nombre del indio Cruz se guardó en lo más puro del cariño, embellecido por su propio candor y rodeado para siempre de lucecitas temblorosas.







Quiero comenzar éste ciclo de mi vida con un auto regalo de cumpleaños y compartir con Uds., éste maravilloso relato. Lo extraje del libro "Tierra de Infancia" de mi admiradísima Claudia Lars.
Quiero con éste texto, poder despertar su corazón de niño y la capacidad de maravillarse por las pequeñas cosas, el valor de las amistades sinceras y la ternura.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Quiero...

Quiero un unicornio, un beso de Dionisio, cantar como la Caballé, Bartoli, Callas, Dessay juntas; vivir más que Matusalem, un chocolate gigante, amanecer en la playa, dormir como bebé, tener una regresión, escribir un libro de cuentos, viajar mucho, cantar muuuuuchas óperas, una alfombra mágica, un gatito, volver a abrazarte, cantar el aria de la reina de la noche, tener un telescopio, escuchar la voz de Cuzcatlán, mirarme en los ojos de Salarrué, cantar en el Teatro de Santa Ana, ir a un Spa, ver un eclipse, un roncito con la Joa, un loto, aprender a bailar tango, cantar bajo la lluvia, tomates verdes fritos, un besito de Pablito y una sonrisa de Dani, ver un ataque de risa de mi papá, encontrarme al principito, hacerme un tatuaje de corcheas, la elegancia de mi mamá, que Benedetti me lea un poema en alemán, conocer Malabo, darle un abrazo a Beethoven, tocar una gallina, mirar con vos las estrellas, que me traigan serenata, mil abanicos, un besito de esquimal, muchas cerezas, ir a Brasil con Karina, aprender a ser maestra, que alguien haga un dibujo de mí, leer "Las mil y una noches", ver un hada, bajar unas libritas jeje, escuchar a Farinelli en vivo, unos zapatos como los de Dorothy, agua de coco bien heladita, broncearme y cantarle al mar con Mimi, la colección completa de libros de Salarrué, miles de calcetines de deditos, una novia para Rabito, eternas tertulias con Geraldina, ir al café "Bella Nápoles" , aprender defensa personal, tejer una bufanda, ir a Florencia con la Joa, volver a cantar la Novena, una de aquellas caminatas, mover sólo una ceja, poder girar el "hula hoop", pan con Nutella, ataques de risa con Luzma, cocinar una lasagña como mi mami, aprender a cambiar pañales, abrazar un árbol, conocer a Jorge, escribir una canción, entender "La Doctrina Secreta", manejar sin miedo, pupusas en los planes con Migue y Doña Ceci, un baño de burbujas, la luna de Octubre, aprender a maquillarme, ver "La bella y la bestia", comprar una "tota", sacarme 10 en un examen de matemáticas jajaja, tocar cello, cantar como mezzo en un coro, una torta de la Mayrita, un fondeu de queso, conocer "Cuidad Esmeralda", saber si en realidad existe "Sunatlán", mirar "El lago de los cisnes", un ataque de ternurita y saber qué significa O-yarkandal...solamente....he dicho!!

miércoles, 17 de septiembre de 2008



Vuelvo tras meses de silencio para publicar ésta magnifica carta que me ha enseñado el verdadero sentido de ser “patriota”. Ésta carta fue escrita por el Sr. Salvador Salazar Arrué (Salarrué) en Enero de 1932, luego de la terrible matanza de población indígena, que además de eliminar casi en su totalidad a dicha población, nos llevó con el pasar de los años a una terrible falta de identidad, a restarle valor a nuestras raíces, a olvidar nuestra verdadera raza.

Después de 77 años de publicada sigue estando vigente y cumpliendo su cometido…hacernos reflexionar sobre nuestro “amor patrio”, pues ese tan aclamado “amor patriótico” que se nos exige demostrar en éste mes, nada tiene que ver con desfilar, con portar una bandera en el carro, o con apoyar con gritos cada gol de la “selecta”. Pierde completamente el sentido si lo hacemos sólo por costumbre y no por un orgullo de ser hijos de Cuscatlán, por amor a la tierra…al terruño. Vuelvo a insistir en una reflexión sobre lo nuestro, sobre nuestra identidad y sobre el deber que tenemos para devolverle a Cuscatlán el sitio de honor en nuestros corazones.

Mi respuesta a los patriotas

Por

Salarrué



21 de enero de 1932

Mis amigos me han dicho «Tú que eres sereno, tú que ves las cosas con los ojos adormilados, tú que estás siempre en la tierra del ensueño, en ese mundo irreal a donde los golpes de la marea de aquí abajo no llegan, por lo mismo, por eso, tú debes dar tu opinión en estos momentos en que la patria se encuentra en la indecisión. Apunta tu microscopio y dinos que ves y como lo ves, de algo ha de servirnos, hazlo por patriotismo, dígnate pisar con tus plantas la tierra firme, siquiera por una vez... ».Y se han echado a reír. Conozco en su manera, que lo han dicho en parte como burla amistosa, con el cariño que infunden los locos pacíficos, en parte en serio y es por ello que yo me he quedado perplejo y me he sentido luego como incomprendido, tenido como un ser vago e inútil, de un mundo problemático. Y me he indignado en mi dignidad de hombre y he alzado mi grito de protesta como la voz en el desierto escribiendo esta respuesta a los patriotas sin nombre...

Yo no tengo patria, yo no se que es patria: ¿A qué llamáis patria vosotros los hombres entendidos por prácticos? Se que entendéis por patria un conjunto de leyes, una maquinaria de administración, un parche en un mapa de colores chillones. Vosotros los prácticos llamáis a eso patria. Yo el iluso no tengo patria, no tengo patria pero tengo terruño (de tierra, cosa palpable). No tengo El Salvador (catorce secciones en un trozo de papel satinado); tengo Cuscatlán, una región del mundo y no una nación (cosa vaga). Yo amo a Cuscatlán. Mientras vosotros habláis de la Constitución, yo canto a la tierra y a la raza: La tierra que se esponja y fructifica, la raza de soñadores creadores que sin discutir labran el suelo, modelan la tinaja, tejen el perraje y abren el camino. Raza de artistas como yo, artista quiere decir hacedor, creador, modelador de formas (cosa práctica) y también comprendedor. La mayor parte de vosotros se dedica en su patriotismo a pelearse por si tienen o no derecho, por si es o no constitucional, por si será fulano o zutano, por si conviene un ismo u otro a la prosperidad de la nación. La prosperidad es para vosotros el tenerlo todo, menos la tierra en su sentido maternal. Capitalistas embrutecidos, perezosos y bribones muestran sus caras abotagadas y crueles a no menos crueles comunistas pedigüeños, sórdidos y rapaces. Mientras estos dos bandos en todos sus grados de intensidad se gruñen unos a otros, nosotros los soñadores no pedimos nada porque todo lo tenemos. Ellos se arrebatan las cáscaras y nos dejan la pulpa : - El pan es mío, todo mío, dejadme vender el pan», gritan unos;«no» dicen otros :« tenemos hambre y el pan es nuestro, porque la tierra es nuestra»... Mientras nosotros los soñadores, sin que nadie se oponga, hacemos crecer la espiga embelleciendo el paisaje, gozamos la música del maizal que sonríe con la brisa, recogemos cantando la mazorca y dejamos el comerla a tarascadas a los puercos. El cafetalero es un pedante que habla del mercado, de la baja, del alza, cuenta pisto agachado sobre las mesas, husmea costales y no ha estado nunca tirado al fondo de un cafetal, en el misterio de las noches de luna ; no nota la belleza del grano sangriento cuando resbala entre los dedos de las cortadoras cantarinas, no conoce el aroma y la leyenda de la flor del cafeto. El azucarero no ha oído nunca el susurro consolador de los cañaverales, ni ha visto meterse al chipuste en marejadas armoniosas. Todos ellos gritan alrededor de una sola cosa: el dinero. Unos quieren ganar el quinientos por ciento y otros quieren que se les suban sus salarios. El comunista usa un botón rojo y habla de degollar, llama justicia al buen pan y buen vino bien compartido, y no han sabido nunca del saber dar a quien todo lo tiene, que es quien nada tiene. El indio del arado y de la cuma que hace el paisaje agrario bajo el sol crudo, está satisfecho de hacer vivir con sus manos toscas y renegridas, manos de Dios, a un pueblo entero que se entrega a una locura llamada política; que no sólo es infructuosa sino dañina. Este indio vive la tierra, es la tierra y no habla nunca de patriotismo. Ni teme al extranjero que nada puede quitarle de lo él, a menos de
quitarle la existencia.

Yo que paso en la tierra del ensueño, según vosotros, yo estoy más en el corazón de la tierra , arraigado de verdad y con raíces abajo y queriendo florear por arriba. Si la tierra de Cuscatlán se alzara un día personificada llamando a sus hijos, a mí, de los primeros me reconocería y no a los políticos y a los istas de esta cosa llamada patria. El Salvador y demás zarandejas que simbolizan con banderas y escudos y que señalan con fronteras imaginarias. No, no soy patriota ni quiero serlo; tengo mejor concepto de un guineo patriota que de un hombre patriota. A mí no me agarran ya con esas cosas respetables. Ni siquiera trabajo en Patria, trabajo en Vivir, es decir, no en la patria sino en la vivienda, terruño o querencia, como diría Espino. Vivienda, sí, con sueño y todo, pero viviendo una vida real, la vida que se saborea como vino sagrado. Yo no aro ni siembro ni cosecho la tierra: oficio ante el altar y doy las gracias en nombre de los soñadores cosechando un grano invisible que desgrano de la mazorca de la vida y de la espiga de la costumbre ¿ que cosa es vuestra patria que yo no la miro ?.. Me pedís que descienda a vuestra realidad y no se donde poner el pie ; por todos lados encuentro arena movediza. Si yo os invito a que vengáis a mi terruño, tendréis amplio campo donde correr y sudar; podréis untaros las manos en barro fresco y llenaros el pecho de aire puro. En esa vuestra patria yo sólo respiro odio, cobardía, incomprensión.

¡ Que diera yo por traeros a esta mi tierra ¡...Ya los pocos que había conmigo se han marchado; me encuentro casi solo. Solo con el indio contemplativo y la mujer soñadora. Ya no hay Miranda Ruano que escriba Las Voces del Terruño, libro que ya nadie lee; Ambrogi habla constantemente de Quiñonez; los Andino escriben «Política»; Bustamante es empleado de juzgado; Castellanos Rivas se hace Secretario Particular; Guerra Trigueros no oye mas caer las estrellas en la fuente inmemorial; Julio Ávila se dedica al comercio; Llerena enmudece; Gómez Campos tiene tienda; Paco Bamboa se doctora; Salvador Cañas «prepara» a sus muchachos; Masferrer ya no canta; Gavidia discute sobre el radio; Chacón hace seguros de vida; Rochac habla de finanzas; Villacorta se queja de la tesorería; Vicente Rosales anda en corrillos; Miguel Ángel Espino es fuente seca; y en fin, me veo solo en la tierra de la realidad, apenas con un Mejía Vides que quiere ir al estero a pintar un tiempo (como Gauguin en Taihiti) y un Cáceres que sueña y llora en los rincones del «Atlacatl».

Sí, ¡qué diera por traeros a esta mi tierra! (Que no es hipotética, como la vuestra): cerros enmontañados, y llanos ondulantes en donde al salir el sol cantan los gallos, en dónde no hay artículo número tal, sino un árbol de grata sombra; en dónde no hay el inciso cuarto; sino el ojo de agua para la sed; en dónde la ley de tal cosa está representada por la lluvia, por la luna o por el viento.

Lírico, sí, es verdad; pero lírico sobre el polvo de la tierra y no prosaico e insípido sobre hediondos conceptos y rancias doctrinas. Lírico bajo el cielo azul, y no sórdido bajo la loza del ismo.

Como me lo pedís, he pisado ya con mis plantas la tierra firme; pero la mía, no la vuestra, que no es firme ni es tierra sino humo (del feo). Lo he hecho porque me habéis obligado, porque al fin habéis conseguido distraerme de mi “éxtasis azul impráctico” y hasta habéis logrado indignarme un segundo. Sabed de una vez por todas, que no tengo patria ni reconozco patria de nadie. Mi campo es más amplio que esa tajadita de absurdo que queréis darme. Mucho más amplio. Ni siquiera el mundo. Ni siquiera el cosmos...







sábado, 29 de diciembre de 2007

Encuentro cercano del primer tipo…..La invasión de “Rita”

Si alguno de Uds. estaba buscando un argumento para una película de miedo…..les presto éste.
ADVERTENCIA: Ésta es una historia real, y puede ser muy fuerte para personas muy susceptibles, se sugiere la compañía de un adulto para niños menores de edad.

Era una fría y lluviosa mañana de Septiembre, y lo único que podía hacer, era arroparme bajo miles de cobijas, y escuchar los delicados sonidos de la lluvia cayendo sobre el techo.
Me despertó un pequeño golpe en el suelo, como cuando cae alguna fruta madura de un árbol.
Me asustó un poco pero no le di importancia, tenía demasiado sueño y el clima me incitaba solamente a eso, a dormir.
Pero me sentía intranquila, recordé que días atrás había escuchado ruidos misteriosos dentro del armario.
Estaba tratando de despejar mi mente para volverme a dormir…cuando la vi…era Rita… ¡la RATA!
¡¡¡Estaba ahí a menos de un metro de mí!!!
Le avisé a mi hermana sobre esa presencia maligna en mi cuarto, pero no podíamos hacer nada, Rita estaba justo enfrente de la puerta.
Me quedé paralizada, las lágrimas brotaban de mis ojos sin poder controlarlo, estaba tan nerviosa.
De pronto Rita corrió hacia mi cama…jamás he gritado como ese día, dice mi familia que no fue un grito, fue un ALARIDO.
Entonces apareció el héroe de ésta historia; mi papá…me sentí como una niña muy pequeñita, asustada y llorosa; pero me sentía segura porque sabía que no iba a pasarme nada estando mi papá ahí.
La otra historia fue cuando vi su armamento: un zapato y una camisa….jajajajaja
Salí corriendo dejándolo a él, con Rita.
Desde el fondo del cuarto de mis papás, mi hermana, mi mamá y yo escuchábamos nerviosas la intensa batalla.
Patadas, gritos, saltos, golpes, más gritos, un chillido muy agudo…..silencio.
Volvió el héroe, cansado pero satisfecho.
Rita no volverá a molestar y yo por ahora puedo dormir tranquila.
¡¡¡GRACIAS PAPI!!!

Los meses han pasado y parece que dentro del armario… aun queda algo de Rita….
¿Será su fantasma o algún descendiente vengativo?
…CONTINUARÁ…